lunes, 19 de marzo de 2012

Rey de Lana

¿Producto de buen marketing? ¿Erotismo? ¿Buena música? ¿Pop comercial disfrazado de indie? Lana es la espada y también la pared. Nos hace jugar en esa delgada línea que separa el amor del odio. Trae consigo una atmósfera retro como trampa, esperando que caigamos en ella como indefensos ratoncillos. ¿Nos gusta o nos disgusta Lana del Rey? Sus labios y esa mirada lánguida nos antojan viejas divas del blues. Su autenticidad se esconde tras un nombre artístico con gancho, ritmos ligeros de ultratumba, salas de cirugía y una estética hija del pin-up y del R&B...pero, ¿dónde queda la música? ¿pasa a un segundo plano?
No hay duda de que la música, por mucho que duela, en el fondo es un negocio. Los artistas también necesitan comer claro está. Pero siempre ha existido esa clara diferencia entre el músico que vive para la música y los que viven por ella. El indie y el comercial. Canciones que perduran durante décadas y otras que se olvidan tras el verano. Sin embargo Lana ha roto todos los esquemas. Lo único que queda pues es disfrutar de sus canciones o criticarlas, tararearlas mientras caminas o maldecir a todo aquel que las escuche, dejar que suenen en tu ipod o borrarlas de todas tus listas de reproducción.
Ser pro-Lana o anti-Lana, esa es la cuestión.


 

¡Adiós bitches!

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