Nadie nace mediocre, sin tener algo que le diferencie. Algo que le haga especial. Todos tenemos una luz en nuestro interior. Puede ser un rayo cegador o una tímida chispa. Puede que esté a simple vista, o allí donde nadie se imagina.
No
veas el mundo como un campo de hostilidad y retos, no te refugies en
tu sofá de sumisión. No te escondas bajo la manta del conformismo.
Sal ahí fuera. Abre los ojos y mira todo lo que ocurre a tu
alrededor. Busca el alma que espera ser descubierta en todas las
cosas. Y si no la encuentras se tu quien la cree.
Haz lo que te
gusta, no lo que esté de moda, ni lo que todos hagan, sino lo que
tú, en lo más hondo de tu corazón disfrutas haciendo. El mundo se
ha vuelto cuadriculado, aburrido. Nos hace creer que todos somos
iguales. Pero no. Tienes que saber que eso no es así, nunca lo ha
sido ni nunca lo será. Todos somos distintos, ni mejores ni peores,
sólo diferentes. Todos somos algo raros, pero algunos lo disimulan
mejor que otros. Nadie quiere salirse del molde, marcar la
diferencia. Y ese es el peor castigo que se le puede desear a
alguien. Que se funda con el resto, que se convierta en un autómata,
que no se desarrolle hasta lo inexorable.
No sé donde leí que la
vida no está solo para encontrarse a uno mismo, sino también para
crearse a uno mismo. No te encierres. No te tapes los ojos. No
guardes la llave de tu propio candado. No te pares. Sigue. Camina.
Corre. Respira hondo. Aguanta la respiración. Despéinate. Corre de
nuevo. No te entierres en el pasado. No pienses en el futuro. Ni
tampoco en el presente. Que sea lo que tenga que ser. Que pase lo que
tenga que pasar. No tengas miedo.
No dejes que la curiosidad se marchite en tu interior. No dejes que la llama de la vida se extinga.
No dejes que la curiosidad se marchite en tu interior. No dejes que la llama de la vida se extinga.
¡Adiós bitches!

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